POR SI TE RINDES

Espero te rindas un día,
y de tu amor me des un poco;
tal vez, lo suficiente para llenar el espacio
que se profundiza en mi alma;
y que poco a poco va lacerando mis días.
¡ O será acaso, que es mucho pedir,
o que el deseo de tenerte se disipa en el estío!.

Tan solo quiero eso, que te rindas
y me des de aquel sabor lo dulce y bello,
que de tus labios emana cuando te beso.
Y que vivamos este amor inmenso;
que dentro de mi ser oscila, cual péndulo,
ante la indiferencia de tu dulce alma.

Ven, ven y ríndete ante este amor impoluto
que se desangra en soledad por el tuyo,
y abrígalo en medio de este inmenso frío
que noches tras noches desgarra mi ser.
Sé que podré vencerlo con el calor fugaz
de aquellos besos de fuego que tu boca,
impregna a la mia en noches de pasión.

Tan solo quiero que te rindas.....
y vengas a mí, cual fiera indomable,
a morderme los labios y hacerlos sangrar
hasta que en mi alma no haya un suspiro
ni un aliento de vida ni manera alguna,
de sobrevivir a tus tiernos y hermosos encantos.

ENTRE MIS SIENES

Si supieras cuanto te amo,
jamás pensarias en lo lóbrego
que resulta estar en soledad.
Y mirar al horizonte, a lo lejos,
más allá de mis tristes anhelos.
Porque te llevo colgada en mi alma,
cual ave, que solemnemente se anida
en el universo de mi ser enamorado.
Dale luz a la oscuridad de mis sueños
e ilumina cada espacio de mis días
para así poder encontrar tus besos,
que se pierden allende los mares;
sucumbiendo ante el frío inclemente
de una noche de luna en su menguante.
Y haz de lo ignoto la panacea de este amor
que triste y solo fallece en soledad.
Si supieras cuanto ansío tener....
tu cuerpo apretujado con el mío
y dejar volar aquellos hermosos sueños
a lo más inhóspitos de mis ganas,
para saciar aquel amor que tirita
en el espacio de mis apuradas sienes.

ACRÓSTICO A MI MADRE

A mor que de mis manos te esfumas
N o podrás jamás de mis sueños salir,
A tí, te debo la vida y como tú he de morir.

M e quedo con la pena en triste ristre,
E n congojas infinitas de mis tristezas,
R ecordando entre brumas tu amor febril,
C omo si en algún momento de la vida
E ncontraramos el sendero y volver a vivir;
D ejando en el desierto todo lo inhóspito
E nmarcado en la desesperanza inicua,
S oñando con tus mimos y tus abrazos.

R uego a la jurisprudencia divina y pura
O brar con la paz y el amor omnipotente,
B endita seas, mi benerada y recordada,
L aísmo perfecto del dulce amor materno:
E ntregado en el regazo de tul turquesa,
S implificada en el amor  inicuo de madre.

G gracias Señor por tenerla a tu diestra,
A brigándola con el fervor de tu dulce alma.
R uegote no desfallecer y dale vida eterna;
C oncédele el anhelado descanso eterno,
 I  ndicándole el gran camino para llegar a tí,
A briendo y señalándole la ruta de la verdad.

COPOS DE ALGODÓN

Cuando la noche hacía presencia
y la tarde se escondia en sus entrañas.
Ella también se fué acercando
y sus besos como copos blancos de algodón,
se fueron impregnando en mi boca
con el dulce sabor a miel azucarada,
esparcida entre las comisuras de mis labios.

Tan solo se inicia el tacto
y el amor emerge, cual ave fénix en el horizonte;
surcando el bello y hermoso cielo azul.
Ella se entregó a mí, cual dama,
saboreando el nectar sutil de mis besos,
yo le entregué todo lo mejor de mí,
le dí: mis días, mis noches y mis lunas,
mis sueños, mis deseos y mi alma,
mis caricias, mi cálido y tierno ser
y aquel corazón latiendo por ella,
entregados a un amor sin reticencia.

Así se consagró este ilusionado amor,
entregado en cuerpo y alma a lo hermoso,
a lo divino, febril y hermosamente tierno,
a lo veraz, tangible y mesurable,
a lo incondicionalmente deseado
en medio de aquella pasión desbordante,
cubierta de deseos en copos de algodón.